La llegada a Rumania...
La versión de Vini
Hungría había sorprendido gratamente a los integrantes de la expedición, habiendo superado las expectativas de todos nosotros. Rumanía era una incógnita, y la entrada no puedo ser menos triunfal. Aparte de los maderos aduaneros un poco chulescos que chapurrearon tres palabras en español para demostrar que habían trabajado el ajo en el pasado en algún punto del levante ibérico, el panorama al entrar en el país era bastante desolador. Estepa pelada, sin árboles, prácticamente sin vegetación, sin nada, excepto un olor a neumático quemado permanente y algo semejante a una población sin nombre que se extendía durante quilómetros con casas a ambos lados de la carretera y callejuelas que se perdían hacía el más allá; un “eixample gitaner” en toda regla. Pararse allí daba rollo, pero del malo
Carretera de un carril, no excesivamente estrecho por suerte, con bastante tráfico, sobretodo de camiones. Todo el mundo tiene mucha prisa, y realizan adelantamientos imposibles en zonas con visibilidad reducida, o sin ella también, con la línea continua o discontinua como mera espectadora.
Empieza a llover y hace mucho calor. La llovizna se convierte en humo y neblina al chocar con el asfalto. La carretera se torna más peligrosa, ya que las condiciones de visibilidad y adherencia empeoran pero no disminuye el afán de los conductores rumanos por demostrar su extrema capacidad de conducir al límite del riesgo. De nuevo es necesario hacer especial mención a los camioneros y también a su puta madre.
La situación se vuelve cada vez más insostenible y decidimos paramos en una pequeña zona de descanso en el arcén de la carretera. Esto no mola. Aparecen dudas: dónde vamos a dormir? Por qué no para de llover? Mierda! Y ahora qué? Crisis pasajera. Decidimos continuar hasta encontrar el lugar más cercano que reuniera las condiciones mínimas de habitabilidad que lo diferenciaran del infierno de humedad, lluvia y suicidas al volante en el que nos encontrábamos.
Divisamos un bar de carretera con camiones aparcados. Tras vacilar un poco decidimos salir de la carretera con un cambio de sentido. Con nosotros también gira un mercedes que llega junto a nuestras dos fragonetas hasta la puerta del bar. Aparece un tipo oscuro, versión rumana de “Cañita Brava” y se pone a hablar con el tipo del Mercedes. Éste nos explica que no se puede aparcar en esa parte del bar, pero sí en el otro costado de la entrada, ya que allí se paraban los camiones. En ese momento descubrimos que era un bar de camioneros, aunque nos quedaban todavía más cosas por descubrir... Viajaba con su mujer, incisivos de oro, traje rosa chillón y calibre de barriga que entraba justa en el amplio Mercedes. Venía de GranBretaña y chapurreaba un poco de español; se pararon para descansar una media hora y se marcharon.
Mientras tanto, tras la dura experiencia con la carretera hostil, entramos en el bar.
Mientras decidíamos si entrar ya, montar las camas, etc. entraron unas señoritas que aparecieron de la nada; las había dejado un coche que luego se marchó. Eran “prostitutas buscando domicilios”, y se les notaba. Eran 3, no las tres marías, sino más bien las tres calamidades. El Sr. Cañita nos indica que podíamos dormir allí por 5 laus la furgoneta, es decir, 10 laus en total, al cambio, 2,5 euros. El precio no era un problema, pero la situación de necesidad hace que en ese momento fuera el mayor chollo de la historia.
Una vez en el bar, pedimos unas cervecitas, a excepción de algunos integrantes que pidieron coca-colas. Cerveza en mano y cigarro en otro, la risa nerviosa generalizada servía de terapia para superar el trauma mental transitorio generado por la “malvenida” (bienvenida a la inversa) a territorio rumano. La gente hizo las visitas de rigor al baño tras el viaje, y la puerta al abrirse y cerrarse ejercía de pai-pai del más allá putrefacto que se escondía tras su morada. Al parecer era el baño más chungo y sucio visto hasta el momento, aunque son meros rumores, ya que el olor que proyectaba al exterior no invitaba a entrar, y a mi no me gusta ir a los sitios si a uno no le invitan. Las señoritas putas iban y venían del baño, y se comenta que el Abuelo tuvo un encuentro fortuito y no deseado con una de ellas en el interior, pero eso también forma parte de la rumorología, y es mejor que lo cuenten los afectados para no crear falsos rumores.
Tras la cerveza, vamos a preparar las furgonetas para dormir. En la furgo “Victoriana” (de Víctor y Ana) faltaban unos últimos retoques de velcros en las cortinas para sellar la entrada de luz y de ojos curiosos en algunas rendijas que se abrían. Nos disponemos a dormir. Furgo 1: Genís, Bea, Raquel, Mónica, Gaby, Ruben, Eric. Furgo 2: Ana, Vizu, Nury, Ester, Vini. Las prostis estaban en la terraza con unos tipos locales, no se les veía, pero se les oía. Pusieron musiquita y el jolgorio iba en aumento; especialmente se oía la voz de una prosti, muy animada. El ambiente iba in crescendo, jaja jiji en la terraza rumana. Subía el volumen de la música y de las voces, lo cual no parecía un obstáculo para conciliar el sueño en las furgos. Pero algo sucedió en el tiempo, y la prosti más animada comenzó a alzar más la voz, pero no con buenas palabras. Vociferando como una descosida, con o sin motivo, gritando a alguien en especial o al viento, se cagaba en la madre de alguien en vocablos rumanoides. Un minuto, dos minutos, tres minutos, cuatro minutos, nosecuantos minutos. Desde la furgoneta pareció un lustro, pues no era posible dormir con semejante escándalo putanesco alrededor, puesto que la señorita chillona estaba a unos metros de nosotros. Discusión indescifrable, estridencia suma, agonía en la oscuridad, pelea verbal de villanos. Los gritos de varias personas de diferentes sexos se sucedían, pero la orquesta tenía un barítono principal, sin duda, la señora puta. Y hay que llamarle “señora” porque tenía la habilidad de menospreciar a diestro y siniestro durante el tiempo que hiciera falta sin que ningún incivilizado (que los había) le callara la boca de un guantazo. No había chulo que pudiera con la Señora puta. Más gritos, un rato más, luego más tenue, parece que se termina, y vuelta a empezar. Asomamos la cabeza tras la cortinilla y descubrimos que la policía está presente hablando con la protagonista, que sigue vociferando todo tipo de ofensas rumanas semi-comprensibles, estilo “tus muertos”, en modo bucle. Bueno, los señores representantes del orden y la ley sabrían como a ejercer su poder y dominar la situación, pensamos. Pero de nuevo la señora puta hizo alardes de dominio y siguió ejerciendo con gran desparpajo su maquinaria descalificadora. Así un buen rato, mucho más de lo esperado, hasta que el goteo de insultos fue decreciendo, y se disipó. Gloria! Al fin podríamos dormir plácidamente después de tan mala entrada en el país, con el permiso del sofocante calor húmedo. Pero de nuevo el destino nos tenía guardada otra sorpresa: rayos, truenos, lluvia a mares. Generosa tormenta sorpresa, repiqueteo constante de gotas contra la furgoneta, flashes de luz y estruendos tras ellos. No daba tiempo a contar los segundos, la teníamos encima, y sólo cabía esperar que se marchara. Surgían preguntas... Por qué no nos daba un poco de tregua la noche? Y por qué no había aparecido la tormenta una hora y media antes? Semejante acontecimiento meteorológico hubiera podido combatir a la señora puta sin problemas y reducir su locura en 5 minutos. Pero en lugar de ser nuestra aliada, la tormenta se convirtió en un obstáculo más. Aunque por lo menos estábamos bajo resguardo, podría haber sido peor.
Entre el calor pegajoso y el repiqueteo de la lluvia conseguimos dormirnos y olvidar tan dantesca situación. Mañana sería otro día.
La versión del Abuelo
En este fantástico día de entrada en Rumania mucho hay que destacar, como el juego del no-miro-me-despisto-grito-stop, como los ciclistas fantasmas, como los rumanos fantasmas o como el cuadro del grito (de la estación). Mas yo solo relataré mi experiencia intravernal que sufrí en mi alma.
Prosiguiendo nuestro trémulo, húmedo y concurrido camino, siendo rodeados y vilipendiados por enormes masas férreas, decidimos hacer un alto en el camino para relajar nuestros terrenales y al mismo tiempo celestiales cuerpos y poder desembarazarnos de estas fieras asesinas.
Decidido esto deslumbramos agradecidos una sencilla a la par que apacible posada -nuestra salvación- mas era un mero espejismo.
Al acercarnos a la entrada, un amable aunque sobrio empleado nos indica las tasas por la pernoctación, dando por bueno esta e indicándonos donde poder dejar nuestro carruaje, empezamos a descubrir el terrible secreto de tal lugar -el vicio.
Unas voluptuosas sirenas-terrestres-embaucadoras son las dueñas y señoras del lugar.
Gracias a las perversidades de las metrópolis en las que vivimos estamos más que acostumbrados a sus técnicas embaucadoras, aunque nunca te haces a la idea.
Algunos de nosotros deciden inspeccionar la posada así como tomar un amargo-agradable refrigerio. En mi caso y debido al alto volumen de mi vejiga no me es necesario vaciarla hasta acabar nuestras humildes bebidas. Tras este toca mi turno de visitar el mingitorio.
Tras preguntar a mis afables compañeros de viaje del lugar en el que se encuentra y habiéndome informado del estado de este-lamentable sin duda- me levanto y me dirijo al sulfuroso lugar.
Tras cerrar mis orificios oxigenadores debido al hedor del lugar y tras acabar de finalizar las necesidades pero antes de abandonar mi habitáculo individual oigo entrar a alguien en la comuna, sin dar más importancia a la situación salgo y una de estas damas embaucadoras me indica en rudas palabras con cara de extrañeza al toparme con ella y yo sin entender su lenguaje, le indico con cara de no-se-de-que-me-estas-hablando, me dispongo a limpiar mis manos -la pulcritud es una de las máximas en nuestro viaje- tras finalizar esta tarea, me dispongo a abandonar el lugar abandonando a su dueña. Pero el camino es cortado por la picara que con un ágil movimiento de brazo lo estira e intenta cogerme con cara de estupefacción y con un movimiento aprendido con los más grandes monjes shaoline realizo la defensa de cobra, siendo más rápido y ágil me desenredo de la trampa fatal sin poder evitar eso si que sus manos dejen un reguero de liquido incoloro en mi brazo. Al levantar la vista del brazo a la cara para indicar el grave desagravio realizado a mi persona, descubro el horripilante retrato que me esperaba, unos enormes labios se enfocan a mi indicando que la bese. Contrariado y desalojando el lugar rápidamente le indico mi negatividad con un rotundo NONO !!
Sin perder tiempo me siento con mis compañeros y seguidamente realizando un movimiento de cabeza abandono el lugar para dirigirme al carruaje descansar y explicar este acontecimiento.
La versión de Ester
Esto es el Bronx!!! Triunfal entrada a Romania.
Mejores eventos
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8-Noche en Pecs y encontronazo con la estatua
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Mejores sitios
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6-Balaton - Tihany
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8-Pecs
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Peores momentos
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2-Asesinato en el bar de carretera (mas detalles en el próximo capítulo)
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5-Tramo entrada Rumania
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8-Tren del susto de la muerte
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