El abuelo nos levanta prontito para que aprovechemos los placeres terrenales que el camping ofrece tales como tortilla de setas (que se zampó el menda) o huevos fritos con jamón (te los comes cuando quieras, pero... en fin).
Después de pegarnos el atracón por menos de 1 leuro el plato, nos dispusimos a ducharnos y acicalarnos todos para emprender la marcha del camping. A destacar solo que nos birlaron un jabón (cosa que a nosotros nunca se nos hubiera ocurrido, venga dios y lo vea!).
Nos pusimos en camino hacia el castillo del conde Vlad. A medida que nos acercábamos se deslumbraba la fastuosa imagen de un castillo medieval, de construcción simple pero acogedora, de lo que era el castillo en que se basa la leyenda de... DRÁCULA!!!
Después de hacer alguna que otra pirula en la carretera para encontrar un punto de información, y recuperar un rollo de papel higiénico (de doble capa, no os creáis) acabamos en el aparcamiento oficial del señor Drácula.
Desde el mismo se veía en la ladera de la montaña el susodicho castillo, a lo lejos, y empezamos a pensar en la caminata que nos esperaba para llegar donde estaba.
En realidad el castillo no es gran cosa, uno cree que está muy lejos pero en realidad es pequeñico y hace una ilusión óptica impresionante para asustar a posibles depredadores. Destacar que contamos con un familiar del vampiro, vestida con un traje renacentista negro y parasol a conjunto (y cara de seria, supongo que es el resultado de soportar que todo el mundo se ría de ti), que respondía al nombre de Gótica. Pobrecica, que disgusto se debió llevar cuando no vio ni sangre, ni na de ná.
El castillo es pequeñito pero resultón. Tiene bonitas vistas, unas cuantas habitaciones, una distribución regulera (aunque digna de estudiar por un creador de laberintos) y unas guias guapillas cuyo trabajo es no hacer nada (o eso me pareció durante todo el rato que estuvimos).
Salimos del castillo dispuestos a encontrar el lago que está al lado de Snagov.
Para llegar a Bucarest/Snagov desde Bran cruzamos una cordillera de montañas en la que la Campeona supera las subidas con una cierta lentitud.

Las vistas son impresionantes y nos paramos un par de veces a hacer algunas fotos.
En la cima de una montaña encontramos un hotel-restaurante donde nos paramos a comer. Estaba completamente vacío así que nos adueñamos del sitio. Como se destila en estos lugares, comemos carne y mas carne. Hacemos una amiga durante la comida.
El camino se hace muuuy largo debido a las pendientes, pero nos seguimos entreteniendo como podemos...
El viaje fue largo, complicado, con altibajos en los ánimos de la tripulación. Las carreteras de mierda contrastaban con la aptitud kamikaze de los conductores rumanos. Desprovistos de cualquier atisbo de sentido común, quizá eliminado genéticamente en sus antepasados, se dedicaban a realizar adelantamientos imposibles y maniobras suicidas (en un circo vale, jugando con nuestras vidas sobra). Todo ello aderezado con rumanos sentados enfrente de sus casas sin nada más que hacer que mirar los coches que pasan, carromatos tirados por caballos para llevar las piedras con las que ellos mismos se fabrican sus casas (y ponen a la venta sin alicatar, ni nada), peatones en curvas ciegas, ciclistas invisibles, etc. El panorama desolador (aunque a mí me gustara ver la Rumania auténtica) hizo mella en los integrantes del viaje, sobre todo cuando nos encontramos cortada una carretera principal y el GPS fue incapaz de recalcular la ruta.

Después de vagar por poblados gitanos en Rumania (atentos al concepto), nos encontramos con una señora rumana tan perdida como nosotros y un inglés digno de mención que nos ayudó a sortear el problema por en medio de Bucarest. Allí donde esté: "Gracias, señora!!!"
Al final, con la ayuda de un mapa comprado en una gasolinera cutre, llegamos al destino: un lago. En realidad el grande es el lago, pero no sabemos cómo se llama, pero una ciudad vacaciones (Snagov, la Marina d'Or rumana) nos sirvió esa noche de dormitorio. Estaba toda en obras, pero eso no nos paró, porque tenemos un espíritu aventurero digno de mención (y de micción). Después de bebernos un par de cervezas o tres, las últimas de las cuales estabas templadas pero nos la soplaba al fresco,
Vizu/Vini se hicieron amigos del borracho del bar (no sé cómo se lo montan pero les caen simpáticos a todos ellos) el cual nos indicó cosas que ver al día siguiente en Bucarest. Sería el primero de muchos que no eran capaces de decirnos tres cosas seguidas interesantes de ver en Bucarest.
Gorka
Genís





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